Las bibliotecas son un servicio necesario e imprescindible para la sociedad. Siempre defendí este ideal bibliotecario, incluso luché contra quien quería hacer de menos el trabajo bibliotecario. No me arrugué con nada ni con nadie. Pero ahora estoy notando como me desangro poco a poco. Siento como todas las ideas y proyectos que andan por mi mente se difuminan. Confieso que tengo las manos agarrotadas al escribir estas líneas, las cuales nunca tendrían que haber publicado. Vaya por delante que escribo desde el corazón más que desde la cabeza. No me las tengáis en cuenta. Son fruto de un desahogo necesario y momentáneo de mis sentimientos. Ojalá sirvan para volver con más fuerza… si antes no cruzo la delgada línea que separa el amor del odio.
Me duelen mis bibliotecas. Me dolían antes cuando buena parte de políticos y administraciones no contaban con ellas. No las veían necesarias, o quizás las veían como un simple gasto innecesario. Por suerte las bibliotecas siempre han ido con la bandera de la necesidad social del acceso a la información de manera igualitaria y gratuita. Una lucha sin descanso que aplaudí, aplaudo y aplaudiré siempre. Ahora se acerca un momento tan histórico como cargado de incertidumbre: la reapertura de las instalaciones tras largas semanas cerradas por la COVID-19. Y me duelen mis bibliotecas aún más cuando algunos pocos profesionales manifiestan que las bibliotecas todavía no tendrían que abrir al no ser un servicio tan esencial para las personas, y que pueden esperar sin libros y sin lectura. De verdad, me duele mucho… y más viniendo de profesionales que siempre he defendido. Supongo, y espero, que sea el miedo de una minoría.
Sí, me duelen mis bibliotecas cuando cualquier persona o gran empresa, incluso gobierno, dice que la Cultura no es esencial. Pero me duelen más cuando son los propios profesionales los que manifiestan que no son un servicio tan esencial. Me duelen mis bibliotecas, y mucho, cuando se niega el abrazo (figurado) que todas esas personas huérfanas de biblioteca están esperando desde hace tiempo. Me duelen mis bibliotecas cuando veo que no luchan por volver cuanto antes.
Me viene a la cabeza ahora mismo Federico García Lorca y su célebre frase «Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro». Seguro que él podría explicar mucho mejor todo este sentimiento.
Si me duelen mis bibliotecas no solamente es por esos profesionales que tienen miedo. Es normal que lo tengan, y más cuando lo único que quieren es seguridad. Me duelen mis bibliotecas cuando algunas (no todas) de las administraciones de las que dependen han pecado de lentitud a la hora de pensar (y repensar) esa reapertura, más cuando estaba a la vuelta de la esquina. Puede que el tiempo se haya echado encima, y a la improvisación de la creación de un protocolo de actuación se junte una falta de comunicación, la cual provoca la inseguridad profesional.
También me duelen mis bibliotecas por la incertidumbre que les espera, por lo desconocido de la nueva realidad de la que tanto se habla. Sí, las perdidas han sido grandes, y puede que no económicas directas para las bibliotecas, pero sí en lo que van a ser a partir de ahora. En mano de los profesionales está que las personas vuelvan a las bibliotecas y las sientan como un lugar seguro y de confianza. Para ello no hay que dar muestras de flaqueza o desconfianza. Hay que conseguir que la gente vuelva a la biblioteca y siga sintiendo que la biblioteca es ese espacio que dejó antes de todo esto.
Repito, me duelen mis bibliotecas porque no sé qué será de ellas. Han realizado un excelente trabajo por Internet en estos días que sus instalaciones han estado cerradas, el cual debe continuar de aquí en adelante, pero no deben olvidar que las bibliotecas son ese servicio de proximidad que las personas quieren y necesitan. No pueden perder su identidad física ya que se estaría poniendo en cuestión, una vez más, la necesidad de las bibliotecas, incluso la de muchos puestos de trabajo. Llevar la biblioteca hacia un camino más digital que físico, o demonizar al libro en papel como transmisor de enfermedades, puede que sea un camino sin retorno en cuanto a la concepción que se tiene de las bibliotecas. Cantos de sirena digitales que atrapan, y no las culpo de ello. Lo que habría que hacer es conservar lo ganado en estos días y no perder lo que se tenía ganado de antes.
Y confieso que me duelen mis bibliotecas porque antes de todo esto me enganchó la lectura digital y ya no era necesario ir a por libros a la biblioteca. Incluso estuve un tiempo yendo a la biblioteca a por libros que no iba a leer en papel y me apunté a un club de lectura presencial (en el cual espero seguir). Quizás entre todos estemos allanando el camino para el zarpazo final de Amazon o cualquier otra gran empresa de compra o suscripción de libros a bajo coste. No sé, pero me duele pensar que mis bibliotecas podrían morir de esta manera.
«Sin bibliotecas, ¿que nos quedaría? No tendríamos pasado ni futuro» (Ray Bradbury)
Para terminar, me duelen mis bibliotecas porque cuando todos estamos pensando en reunirnos con familiares, seres queridos y amigos o queremos salir a comprar, al cine o a un bar, no vean algunas (no todas) que esas mismas ganas también son las que tienen muchas personas por reencontrarse con ellas. Creedme si os digo que si pudiera me cambiaría ahora mismo por los bibliotecarios. Por suerte, sé de primera mano que muchos y muchos profesionales tienen unas ganas locas por volver y por reencontrarse con la biblioteca. Aunque ninguno sepamos cómo será la biblioteca que nos espera.
Querido Julián. Me temo que no se trata de miedo, de faltas de deseos de volver -hoy me he reunido con mi club de lectura de forma virtual durante 4 horas, como cada sábado, desde que estamos confinados y llevo días preparando una Feria del Libro virtual que me resisto a no poder hacer como quisiera. No se trata de que las bibliotecarias y bibliotecarios no consideremos el servicio esencial. LLevamos toda la vida peleando, trabajando horas y horas, dejándonos la piel en servicios y actividades, adaptándonos a los nuevos tiempos, reconvirtiéndonos para subsistir, reinventándonos, autoformándonos, disfrutando cada día con lo que hacemos -que siempre nos parece poco- y seguimos inventando y creando nuevas formas de convertir nuestras bibliotecas en espacios de encuentro y participación ciudadana.
Se trata de precaución, de responsabilidad, de cuidados con nuestros usuarios/as, de miedo a perder a nuestros abuelitos que vienen cada día a leer la prensa, a los niños y niñas que vienen a leer, a escuchar cuentos, a disfrutar de los espectáculos en le teatro o a llevarse libros para casa ilusionados.
Protocolos ya hay muchos pero ninguno tiene en cuenta que la biblioteca tiene que ser, ante todo, un espacio de libertad y de encuentro y que la libertad y los encuentros son ahora poco solidarios y están rodeados de riesgos.
Las bibliotecas siguen siendo tan esenciales o más, por eso nos seguimos dejando la piel para reinventarlas desde nuestras casas, pero también tienen que ser sitios seguros para los usuarios/as, en los que moverse libremente, sin vigilancia, sin controles exhaustivos, sin recortes de secciones o servicios.
Estamos deseando volver, sí, ni te imaginas cuánto, pero con todas las medidas de seguridad para que podamos seguir todos y todas disfrutando de ellas muchos años.
Julián, te confieso que yo estoy como loca por volver a mi biblioteca, que es la biblioteca en la que trabajo y vivo de algún modo, porque también es mi casa y la casa de tod@s l@s que la visitan y habitan, el lugar al que pertenezco y regreso porque allí encuentro conocimiento, diversión y corazón. Aunque a veces, como a ti, me duela, porque se desprestigia o se abandona, porque se utiliza con fines políticos y más tarde se deja caer por la desidia o, simplemente, por pura ignorancia.
No te preocupes, Julián, y cura esos dolores porque la mayoría de nosotr@s, bibliotecari@s de espíritu a tiempo completo, deseamos volver y lo haremos con una voluntad a prueba de virus.
Un abrazo
Gracias, por favor, gracias por despertarnos. Ya era hora. Ahí estaremos como siempre, estaremos las bibliotecas mientras haya vida racional en este planeta. Gracias. Yo, loca por volver a mi biblioteca de Filoloxia en la Universidad de Vigo. Como vamos a subsistir sin Zambrano, sin Unamuno, sin Chacel, sin Joyce, olvídate, ahí estaremos!!!!!
Gracias Julián, creo que hay tantas bibliotecas y profesionales diferentes que hacen que la realidad sea compleja. Yo estaba deseando volver a mi biblioteca, pero mi Universidad ha decidido seguir apostando por el teletrabajo….así que la mayoría seguiremos trabajando para nuestros usuarios desde casa.
Mi pareja sin embargo empieza a trabajar mañana, van a la biblioteca a puerta cerrada sin saber aún lo que se van a encontrar, sin pautas ni protocolos, desconocen si cuentan con guantes y mascarilla, mámparas…. Él está deseando ir, pero cada persona es un mundo con sus diferentes situaciones y sus miedos, y quiero pensar que lo que la mayoría desea son unas garantías de seguridad en el trabajo, por ellos y por sus familias.
Yo soy optimista, las bibliotecas no van a desaparecer, creo que los profesionales de las bibliotecas llevamos años demostrando que somos muy capaces de reinventarnos.
Cambiaremos, nos adaptaremos a las nuevas necesidades que nos vayan demandando, y a mí esa capacidad de adaptación me parece una de las grandes maravillas de nuestra profesión.
Se entiende tu dolor Julián, pero ahora tenemos por delante un momento ESPECTACULAR, que tenemos que liderar nosotros los bibliotecarios/as. Primero que todo, tenemos que olvidarnos de lo que es o no es un servicio esencial o básico. Si alguna cosa ha demostrado el confinamiento es que esenciales o básicas son muy poquitas cosas (la salud y la comida, y para de contar). Nos va a costar mucho reivindicarnos desde la idea de que la cultura o el conocimiento es un servicio básico. Nuestros esfuerzos deben concentrarse ahora en abrir todas las bibliotecas cuanto antes posible, y para ello debemos presionar a las administraciones. Corremos el riesgo de convertirnos en un supuesto foco de problemas para el estado, como también les puede pasar a los gimnasios municipales o a las piscinas.En los cines y los museos los flujos de visitantes son más fácilmente controlables que en nuestro caso. Tenemos que liderar nosotros las propuestas de reapertura segura,sugiriendo posibles alternativas para controlar los flujos de circulación en nuestros centros, amén de las medidas de seguridad que ya se están implantando en otros sectores (pantallas de aislamiento, uso de guantes, etc).. Nuestro único objetivo como bibliotecarios/as debe ser reabrir las instalaciones lo antes posible.