La Asociación de Editores de Madrid (AEM) ha concedido el Premio Antonio de Sancha 2020 a la «Biblioteca Resistiré», biblioteca creada en el hospital provisional de IFEMA. El motivo de tal distinción y reconocimiento está vinculado al uso de los libros y de la lectura como una buena forma de soportar mejor la enfermedad y el aislamiento que supone estar ingresado en un hospital de estas características en esta pandemia.
«La Asociación de Editores de Madrid ha querido ejemplificar y aunar las cualidades colectivas de abnegación y sacrificio demostradas por sanitarios, profesionales y voluntarios de toda índole que luchan contra esta enfermedad, con el empeño de Ana, Alba, Mar y José Luis de considerar a los libros como magníficos recursos terapéuticos contra el dolor, la soledad y el desaliento… a la vez que vacunas invencibles contra la ignorancia y la barbarie que contaminan la salud cívica y moral de los seres humanos», Manuel González (presidente de la AEM).
Esta “biblioteca”, cuyo nombre primigenio era «La Biblioteca IFEMA», ha sido de gran ayuda para los enfermos que ocupan (y ocupaban) las camas del mayor hospital de campaña de España. Los libros, y su lectura, son un gran compañero de viaje para pasar el rato y evadirse de la realidad. Transportan a las personas a otros mundos y a otros tiempos, ya sean cercanos o lejanos. Y no solo eso, sino que los libros han cobrado un cariz humano por su solidez y calidez al ofrecer un sustento para las manos y la mente y poder ser abrazados.
Desde aquí quiero dar mi enhorabuena a todas y cada una de las personas implicadas en esta maravillosa iniciativa. Se me viene a la cabeza Ana Ruiz, enfermera del SUMMA 112 creadora de la “biblioteca”, junto a su compañera Alba Justicia. O los voluntarios de SAMUR Protección Civil José Luis Molinero y Mar Eguiluz que han llevado la gestión diaria del proyecto. Y también agradecer las donaciones de libros realizadas a la «Biblioteca Resistiré» tanto por ciudadanos como por bibliotecas (Ayuntamiento de Madrid, Biblioteca Universitaria UPM…).
«Nos destinaron a IFEMA y cuando llegué me encontré con la soledad de los pacientes. Estaban contentos de estar bien atendidos, pero era una nave sin ventanas, sin luz. Ellos no sabían qué hora era, ni tenían entretenimiento, ni visitas, así que pensé: “bueno, aquí hay que traer libros. Solo soy una enfermera lectora, pero creo que la humanización cura igual que la medicación», Ana Ruiz (enfermera del SUMMA 112).
«Los libros te hacen abstraerte, viajar a otros mundos, te hacen evadirte, olvidar todo… y eso es lo que estaban necesitando nuestros pacientes», Alba Justicia (enfermera del SUMMA 112).
«Hago turno doble, mañana y tarde. Cuando llego cada día me encuentro los carros desordenados y eso me encanta, porque significa que la biblioteca está viva, que los pacientes buscan, remueven y encuentran su libro. Algunos son lectores exigentes, saben muy bien lo que quieren. Otros debutan tímidamente en el mundo de la lectura o retoman ese placer abandonado hace tiempo», Mar Eguiluz (voluntaria de SAMUR Protección Civil).
«Le pregunté qué género quería y me respondió que hacía 30 años que no leía. Le ofrecí “La isla del tesoro” de Stevenson y a los dos días volvió; quería más. Había recuperado la afición por la lectura. Aquí los libros cobran importancia, vuelven a ser objetos de deseo para muchos», José Luis Molinero (voluntario de SAMUR Protección Civil).
Comentar que la entrega física del Premio Antonio de Sancha 2020 se ha pospuesto para otoño de este año. Este premio tiene carácter anual y en anteriores ocasiones ha sido concedido a personas ilustres como el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, la catedrática de Ética Adela Cortina o el dibujante Antonio Fraguas «Forges».
Para terminar, me gustaría compartir un mensaje del documentalista José Antonio Martínez González publicado en su perfil de Facebook. No por los premios, sino por la importancia de las bibliotecas en los centros sanitarios y, cómo no, de sus profesionales: «Ahora todo son premios y felicitaciones… pero es obligado el recordar que desde 2016 se inició en este país el cierre masivo de bibliotecas hospitalarias y la amortización de las plazas de bibliotecario, así como su progresiva desaparición como categoría funcionarial. Y no sólo de las bibliotecas de atención al paciente, sino también de las bibliotecas y centros de documentación de apoyo a la investigación médica y sanitaria. Las (pocas) bibliotecas que quedan han estado al pie del cañón desde el principio de la crisis por el COVID-19 facilitando el que los sanitarios accedan a la información que necesitan para su trabajo de una forma rápida y eficaz. Espero que su labor también sea reconocida como debe ser y que las bibliotecas se multipliquen». Amén.
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