Las bibliotecas están repletas de historias y aventuras, pero también de situaciones surrealistas y grandes secretos guardados por parte del personal bibliotecario. Secretos celosamente custodiados y que nunca han visto la luz, hasta hoy. Profesionales de bibliotecas que han decidido dar un paso adelante y hacer públicas esas situaciones o actitudes llevadas a cabo en el ejercicio de sus funciones sabiendo que no son “políticamente correctas”.

Todos tenemos “secretos” o formas de proceder en nuestro trabajo. Quizás no lleguen a ser secretos, sino más bien puntos que faltan en el manual del trabajador al ser compartidos por la mayoría. Bien es cierto que alguno de los secretos que se desvelarán a continuación tienen que ver con la situación privilegiada del bibliotecario ante determinadas situaciones o con poder hacer la vista gorda o tener manga ancha para muchas otras.

El otro día hice un llamamiento a mis amigos de Facebook para que me contasen esos “secretos”. Excelentes profesionales todos, por cierto. Con la finalidad evitar represalias de usuarios, compañeros, jefes o familiares mantendré el anonimato de los mismos. A no ser que ellos me digan lo contrario.

Llamamiento en Facebook sobre secretos bibliotecarios

Hace unos cuantos años hubo un movimiento para que el personal de biblioteca confesara libre y anónimamente aquellas cosas de las cuales se sentían avergonzadas. Se llamó Librarian Shaming. Algunas confesiones destacadas fueron recogidas por Pablo García en BiblogTecarios, como por ejemplo: “Descargo de Internet la mayoría de libros que leo”, “Prefiero usar Wikipedia antes que las caras bases de datos académicas de la biblioteca” o “Nunca devuelvo mis libros a tiempo”.

El personal de biblioteca confiesa parte de sus mayores secretos

  1. A mí me han castigado alguna que otra vez en otra biblioteca de la red. Pero de poco sirve, ya que en cuanto llego a la mía borro la sanción.
  2. Dejé para última hora lo de colocar libros en su sitio, e incluso para mis compañeras, por no levantarme. Me encanta estar ahí sentada, atendiendo a la gente.
  3. Mi carné de usuario tiene el perfil de lector colectivo, por lo que el plazo de devolución es mayor que el del usuario normal.
  4. Como directora de la biblioteca, no me ocupo de la catalogación, pero les hago ver a mis compañeras que tengo que «controlar» – y es mentira, no controlo nada, lo único que pasa es que me gusta manosear, oler y leer por lo menos las primeras líneas de TODOS los libros que entran en la biblioteca. Shhhh…
  5. Me autopresto ese libro tan codiciado en cuanto termina el proceso de incorporación al catálogo del centro.
  6. Cada vez que veía asomar a esas personas que no puedes con ellas, discretamente me metía en mi despacho y dejaba a los auxiliares. Eran pocos, pero no podía. Mis compañeros lo sabían y se reían. Es que son muy, muy pesados, especialmente uno.
  7. Los que trabajamos solos somos presa fácil detrás del mostrador. Yo tenía hasta una encuestadora que venía una vez al mes, porque sabía que de ahí no me podía escapar.
  8. Confieso ser el terror de mis usuarios a la hora de multarlos. Soy la Muerte encarnada en un bibliotecario.
  9. Resulta que nos han mandado a la biblioteca a trabajar a uno de nuestros usuarios más mal educados y bordes, y ahora se las estamos devolviendo todas juntas, para que vea lo bien que sienta que te contesten de mala manera.
  10. Durante un tiempo, imprimí el CV gratis a todo aquel que se me acercase diciendo que era parado, llevase un pendrive y pusiese cara de pena. (Si, era yo la que descuadraba las impresiones, ahora ya lo sabéis).
  11. Confieso que le hice el carné a mi suegra para sacar de extranjis libros de las oposiciones… Lo malo es que la mujer llevaba 6 años muerta.
  1. Prefiero a los usuarios que a algunos de los compañeros con los que trabajé. El usuario va y viene, el compañero se mantiene.
  2. Me encanta cuando apesta rociar la zona afectada con el ambientador más fuerte que haya como si fueran mosquitos tigre.
  3. Cuando no nos gusta el cartel de una presentación o de una sección, le pintamos bigotes o gafas si hay fotos de personas en el mismo para que lo cambien.
  4. Tenía un usuario al que cada vez que llegaba le decía que tenía que llamar por teléfono urgentemente para que no me hablase de frente. Su aliento era alcohol puro.
  5. Hay una leyenda urbana que dice que salta la alarma al pasar por el arco si llevas un libro fuera de préstamo. No sé de dónde la han sacado, pero mola alimentarla. Cuando se acercan al mostrador todos sonrojados porque han sido delatados por la alarma con poderes adivinos sobre fechas de devolución.
  6. Contestar: ‘línea erótica, dígame’ cuando te llama un compañero por interno.
  7. ¿Quién no ha usado el lector de código de barras como pistola ficticia y se ha sentido como un auténtico 007 en plena misión?
  8. Cuando colocas libros y vas encontrando algunos mal colocados y haces como que no los ves…
  9. Requerir libros de otra biblioteca para hacer investigaciones y no devolverlos a la fecha. Va para 3 años.
  10. Confieso que cada vez que me encuentro al usuario que habla hasta por los ojos invento que tengo capacitación y así puedo escapar.
  11. Yo huía deliberadamente de las novelas románticas para catalogar. Se me hacen bola. Las iba apartando y cogía cómics, novedades, catálogos de arte… Luego, al final de la semana, había una pila de novelas sin hacer (ejem…)
  12. Dejaba los libros difíciles de catalogar a mi compañero. Además, soy poco tolerante a las multitudes, así que, aunque trato amablemente a los usuarios que me piden libros no es lo que más disfruto hacer, me agota tratar con tanta gente y prefiero intervenir poco en los servicios al público.
  13. Confieso que ventilo la sala de ordenadores en cuanto se van los usuarios. Aunque haga 2 grados bajo cero…

Pero ahí no queda todo. También hay algunos secretillos (confesables) del personal bibliotecario en su etapa de usuarios de biblioteca:

  • Tengo durante un año, UN AÑO, el carnet de usuaria sancionado por no devolver a tiempo 5 libros de Fondo Profesional. De cuando estudiaba las oposiciones.
  • Cuando me sancionaban cambiaba de sitio los libros que me gustaban para que no se los llevara nadie hasta que pudiera cogerlos otra vez… lo confieso.
  • Me apunto a lo de esconder en las estanterías (fuera de su sitio y por detrás) los libros que me interesaban y no me podía llevar en préstamo (de la Sección Circulante de la BNE; ¡qué viejo soy!)

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