Un ingenioso y astuto librero inglés construyó la primera máquina expendedora de libros en 1822. Richard Carlile y algunas personas que trabajan para él fueron encarcelados por vender obras como «La edad de la Razón» de Thomas Paine. Para evitar que esto volviera a suceder, concibió la idea de vender libros prohibidos a través de una máquina. El objetivo principal era que el vendedor no pudiera ser identificado legalmente y así desconcertar tanto a la censura como a la policía.
Reino Unido luchaba para establecer la libertad de prensa en aquella época. No fueron pocos los valientes libreros y editores que alzaron la voz para conseguir lo que consideraban un derecho fundamental. Entre ellos se encontraba Richard Carlile. Este librero, además, fue un destacado librepensador y un importante agitador para el establecimiento del sufragio universal. A través de su periódico, The Republican, describió la máquina expendedora de libros a sus posibles clientes:
«Tal vez le divierta saber que en el nuevo Temple of Reason mis publicaciones se venden por ¡¡CLOCK WORK!! En la tienda está el dial en el que está escrita cada publicación en venta: el comprador entra y gira la manecilla del dial hasta la publicación que desea, cuando, al depositar su dinero, la publicación cae ante él. Ahora apenas hay ocasión de hablar. Esta es la mejor descripción que puedo darle del asunto en este momento; pero entiendo que responde perfectamente bien, y el interés suscitado vuelve a ser casi igual al que había en el número 55 de Fleet Street, antes de que el rey se pusiera celoso de mi prosperidad y de mi creciente poder, y, como un rey, me hiciera la guerra violando todos los tratados anteriores.»
Una de las primeras máquinas expendedoras del mundo vendía libros prohibidos
La máquina expendedora de libros de Richard Carlile se considera la primera máquina expendedora de los tiempos modernos. Diseñada para eludir las leyes que prohibían la venta de libros prohibidos, este dispositivo permitía que dichos libros fueran comprados sin necesidad de un vendedor y evitar así cargos de sublevación. Simplemente el comprador seleccionaba el libro que iba a comprar y luego depositaba el dinero. En alguna reunión de librepensadores llegaron a denominar a este artilugio como «el vendedor invisible de Mr. Carlile».
Lamentablemente la historia de esta primera máquina expendedora de libros no acabó del todo bien, ya que los tribunales responsabilizaron a Carlile y condenaron a uno de sus trabajadores por vender literatura blasfema a través de un dispositivo. Quizás no le vieran vender los libros directamente, así que fueron a por la persona que rellenaba la máquina para acusarla.
Este es solamente uno de los primeros capítulos sobre el surgimiento de las máquinas expendedoras en el mundo. Así que cuando veas una por la calle, en la estación de tren, en el centro de salud o incluso en la biblioteca, acuérdate de esta historia y de la relación que tienen con los libros.
Fuentes: Wikipedia | Google Books | OhioLINK | Shutterstock |
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