Todos somos capaces de comunicarnos, pero no siempre lo hacemos de la mejor manera posible. Nuestra forma de ser, nuestras creencias, nuestras ideologías… todo nos influye. Nos dejamos llevar y somos capaces de hablar sin ni siquiera conocer el tema en profundidad. Y, lo que es peor, sin ni siquiera pararnos a escuchar. Pensamos que nuestra opinión es única (¡y la verdadera!) y quien no la comparta pasará a ser directamente un posible “enemigo”.
Por desgracia existen muchas personas que actúan y piensan así. No hay más que ver el nuevo programa de Cuatro: “La línea roja”, el tema de Cataluña con el referéndum o el cruce de mensajes entre Trump y King Jong-un (por mencionar unos cuantos). Por suerte todo se puede hablar, aunque no se compartan ideas, pensamientos o creencias. Y aunque sea muy difícil llegar a un punto de encuentro entre dos posturas enfrentadas, este enfrentamiento debe quedar siempre en el dialecto sin llegar nunca a sobrepasar ciertas barreras como el insulto, la agresión o la descalificación.
Las redes sociales nos han dado un altavoz a cada uno de nosotros. Queramos o no, estamos dentro de esta rueda comunicativa en el que cualquier publicación que hagamos puede ser aplaudida y abucheada al mismo tiempo. Sin duda que todo lo que hacemos en las redes sociales nos influye en la vida. No hay separación (o no debería de haberla) entre lo que somos realmente y lo que somos con nuestra presencia digital (y que también es real). Lo que decimos en los medios sociales nos influye, lo que compartimos nos influye, lo que callamos nos influye… En definitiva, todo lo que hacemos en redes sociales nos influye y hace que las personas se generen una imagen sobre nosotros.
Desde Parole Ostili han elaborado “El Manifiesto de la comunicación hostil”. Un genial documento a imprimir y colgar en la pared de cada casa. Recoge en diez puntos una serie de pautas de comportamiento a la hora de comunicarnos, tanto en redes sociales como fuera de ellas. Y es que antes de publicar, hablar o compartir deberíamos dedicarle a ese mensaje unos pocos segundos para pensar en el tipo de repercusiones que podría tener tanto en nosotros mismos como en las personas que nos rodean o que están afectadas por determinada temática. Y es que, lo que pasa en las redes sociales no se queda solamente en las redes sociales.
El Manifiesto de la comunicación no hostil
- Virtual es real. Digo y escribo en la red sólo las cosas que tengo la valentía de decir en persona.
- Se es lo que se comunica. Las palabras que elijo relatan la persona que soy: me representan.
- Las palabras dan forma al pensamiento. Me tomo todo el tiempo necesario para expresar lo mejor posible mi pensamiento.
- Antes de hablar hace falta escuchar. Nadie tiene siempre razón, tampoco yo. Escucho con honradez y apertura.
- Las palabras son un puente. Elijo las palabras para comprender, hacerme entender, acercarme a los demás.
- Las palabras tienen consecuencias. Sé que cada una de mis palabras puede tener consecuencias, grandes o pequeñas.
- Compartir es una responsabilidad. Comparto textos e imágenes sólo después de haberlos leído, valorado, comprendido.
- Las ideas se pueden discutir. Las personas se deben respetar. No convierto a quien sostiene ideas que no comparto en un enemigo al que hay que eliminar.
- Los insultos no son argumentos. No acepto insultos ni agresividad, ni tan siquiera a favor de mi tesis.
- También el silencio comunica. Cuando la mejor elección es callar, callo.

Imagen superior cortesía de Shutterstcok
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